Nací en la calle de las flores, en la 9-6, donde cerca de casa el sol se derrama sobre el mar y la arboleda va jugando con el viento. Crecer allí fue aprender a escuchar la vida: los pasos de mi familia, las risas de los vecinos, el rumor constante de las olas. Desde niño descubrí que podía contar historias sin palabras, lo primero fueron los dibujos, y luego descubrí que podía transformar emociones en música, en letras, en algo que otros pudieran sentir.

A los trece años una guitarra. Aprendí sus sonido, sus silencios, y pronto la puse a jugar entre las palmas. Cada acorde, cada rima, era una manera de explorar mi mundo interior y compartirlo con quienes quisieran escucharlo. Ese fue mi primer encuentro con la magia de crear algo que viene del mundo infinito de la imaginación.

La vida me llevó luego por otros caminos de academia, lógica y estrategia. Pero la creatividad siempre me encontró. Aprendí a combinar lo racional con lo intuitivo, a construir proyectos con intención, y a escuchar el latido de mi propio instinto creativo.

Ser padre transformó todo. Mis días se llenaron de miradas curiosas, de risas inesperadas y de noches sin sueño, pero también de una claridad nueva: la vida se mide en momentos auténticos, en historias que dejan huella. Hoy, cada canción que escribo lleva esa luz: habla de amor, de despecho, de fiesta, de superación, y sobre todo, de la verdad de vivir.

Este espacio que comparto contigo es más que música; es un pedazo de mi vida, un reflejo de mis emociones y mis aprendizajes. Aquí cada nota es una historia, cada silencio una pausa para respirar, y cada melodía una invitación a conectar con nosotros mismos, sentir y vivir.

Bienvenido a este universo, pasa adelante.